sábado, 21 de abril de 2018

L.I.L.O

Leíste mi alma,
iceberg indomable,
liberando mis miedos,
ondeaste tu sonrisa.


 


Lamenté hacerte daño,
 idiota de mí,
llegaste a oscuras,
oculta en tu ternura.



Los días eran eternos, fríos y desolados. Crecí con nudos que se enamoraron entre ellos, pero no de mí. Luchaba contra el pasado, me ahogaba en un "Y si..." sin respuesta, y no dejaba de buscar recuerdos que cada vez se hundían más en mis entrañas.

Estaba cansada de los putos cuentos de hadas, del afán por convertir la vida en un mix de películas románticas. Tenía mi propio diario, no necesitaba abrazos bajo la lluvia. Entonces llegaste tú.

Soportaste una tormenta que no cesaba, una burbuja donde sólo entraba el aire justo para seguir adelante con el peso de la insuficiencia. Aguantaste. Sólo sonreías, sin dejar de creer que había algo bueno dentro de todas las canciones tristes. Esperaste. Sin darte cuenta que, contra todo pronóstico, yo no estaba segura ni de mi misma.

Me besaste, te besé. Supe dónde dormir. No quise nada más.

Huí. Cuánto me arrepiento. Aprendí tarde a nunca, pero duele. Sigue doliendo. Es buscar un millón de razones y encontrar el corazón. Te echo de menos.

Entendí el brillo de mis ojos al mirarte, pensar en tu risa como el próximo hit del verano. Eres calma. No quiero volver a perderte.

Y ahora soy yo quién he llegado, soportando, aguantando, esperando. Quiero besarte. Quiero abrazarte. Quiero dormirte en mí.

Todos mis poemas tienen por tinta tu recuerdo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario